domingo, 28 de febrero de 2010

Ideas sueltas...


Nuestra supuesta racionalidad podría interpretarse como un mal chiste de la naturaleza, al ver a nuestros deprimidos, a nuestros eternos buscadores de sentido más allá de la vida; mientras ella nos ayuda a subyugar a otros animales termina por aplastar a demasiados con la mayor sutileza, con la mayor nimiedad a estos in-felices; es como si un tigre al tener esas grandes garras, y por ello ser el más eficaz dentro de todos los cazadores, tuviese una lastimera suplica por su condición de cazador, por sufrir constantemente por cortarse con sus garras al arrasar a sus víctimas. Sin embargo, existen aquellos, muy pocos por cierto, conocedores de la belleza connatural a todo lo terrible –sobre esa base de horror, de lo terrible es posible lo bello: la tragedia como prototipo de suyo. Y así podemos dividir a los hombres, los racionales con su bello fin del cuento fuera del mismo cuento (eternos resignados, cansados para crear, siempre tristes, sólo buscando razones para condenar al mundo) y algunos otros, los que buscan en su grandeza, en su medio día, su atardecer, su caída…

(Y, por tanto su más grande belleza efímera y grandilocuente -tal vez Sócrates lo sabía.)

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