jueves, 24 de marzo de 2011

Estado moderno. Peligro del pensamiento calculador.

Estado moderno.  Peligro del pensamiento calculador.


Si los hombres no fueran profundamente indiferentes a lo que les sucede a todos los demás, excepto a unos pocos a los que están estrechamente ligados, y de ser posible, los hombres no lo hubieran permitido un desastre como Auschwitz.
T.W Adorno. Modelos Críticos.



La propuesta de este ensayo no es mostrar la quinta esencia del problema acerca del Estado totalitario, este intento es mucho más simple: determinar algunos sus aspectos más peligrosos y vistos desde los desastres totalitarios del siglo XX; no desea, por su parte, ni imputar ni exculpar a nadie, únicamente presentar los peligros de un Estado detentador de fines últimos, de poner frente a la idea de progreso por el progreso mismo, tan común en nuestros Estados, un fin el cual puede llevar a verdaderas calamidades por obtener una utopía… todo ello en sí mismo no es malo –a nadie se le puede culpar por idear un Estado así; sin embargo, algunos Estados los posibilitan como grandes desastres, no sólo ideológicos; al recordar la configuración de nuestro Estado, él es un estado moderno, traemos a la mente la configuración y condición  de posibilidad de Estados como el de la Alemania Nazi. Las Ideas xenofóbicas siempre han existido desde tiempos inmemorables, planes utópicos o transformaciones estatales, a base de nuevas ideologías ello es equivalente a lo anterior, ideas sobre la verdadera finalidad del ser humano incrustado en ese Estado o en la vida misma no son extrañas; no por ello, todas han provocado en la historia del hombre, por sí mismas, masacres como la presenciada en la segunda guerra mundial. Eso debemos anotarlo, no dejarlo cual dato al aire. Aquí ya tenemos una diferencia, entre un crimen de odio y una masacre[1], no debemos perderla de vista esta distinción para después tratarla con mayor cuidado. Con sutilidad; la sutilidad como la gran excusa para ser responsables de este acto de conciencia histórica –no siendo maniqueos.
 La segunda guerra mundial como hecho histórico, como confrontación entre naciones, no es reducible escuetamente al odio judío o, al Estado alemán en sí mismo; a las circunstancias económicas, al proyecto del mejoramiento de la raza, a un proyecto eutanásico… en mayor o en menor grado esas prácticas e ideas se presentaron en otros países, se presentaron a lo largo de la historia en muchas naciones; recordemos a los griegos, a los romanos y su tratamiento para con Cartago, las consecuencias fueron para bien y para mal radicalmente diferentes. Para evitar un poco el bagaje histórico e ideológico –muy propio de los historiadores y sociólogos- propongo como primer tesis para el análisis no exhaustivo de este problema lo siguiente: la configuración del Estado moderno es la condición de posibilidad del control y destrucción masivo de una sección de sus integrantes la cual puede tener un rasgo genético irrevocable; posibilitada esta selección y control de la población de ese Estado –y como consecuencia de ese primer punto: el rapto del fin último de esa sociedad, de su perspectiva de vida; por ultimo: convirtiendo todo suceso interno, todo trabajo, a toda forma de civilidad en un paso más para conseguir ese fin predispuesto por el Estado y quién lo controla, para transformar todo uso de razón particular dentro del mismo – con sus excepciones - , en un uso mediático y calculador de la razón.

El hombre dentro de ese Estado moderno tiende a ser una pieza más de un engranaje, el cual no entiende, pero percibe –supuestamente- su finalidad. Con ello proponemos dar respuesta al límite posible dentro de un crimen de odio, y a la no limitación de un genocidio preparado técnicamente para desligarse de la responsabilidad y de las consecuencias contraídas por un individuo –a pesar de estar inmerso en un Estado totalitario y creer en él. Sin embargo, metodológicamente he de limitar un poco el tratamiento de las consecuencias de un Estado totalitario; en un sentido histórico e ideológico, podríamos tomar como precedente la aparición de la Ariosofía[2] o saber meramente ario. Ello, me parecería un poco burdo; tanto por la materia, como por el fondo –la Ariosofía carece de todo elemento Filosófico, es en su forma sólo parte de unas doctrinas Esotéricas muy simples.


Procederemos por tanto de la siguiente manera: tratar el problema del Estado moderno categorizando y ganando poco a poco conceptos de sus aspectos más básicos y peligrosos para tratar de vislumbrar talantes de nuestra racionalidad tan mediática. No tengo molestia en presentarme un tanto nihilista al respecto, no pretendo ocultar mis referencias, ni preferencias ideológicas para buscar una perspectiva de entre algunas otras, con ello hago patente el no buscar la verdad última de este tema; no lo deseo de esa forma. Como ya lo he dicho antes, no pretendo mostrar ningún dato novísimo o verdad perene. Simplemente es un tratamiento diferente con aspectos disgregados de otras argumentaciones, para tratar de asumirlas y en la medida de lo posible, de apropiármelas.

1.- Los presupuestos para realizar una crítica al Estado moderno.



“Los teólogos como oscurantistas”. Hoy en día hay que considerarlos como gentes que desean apagarla para poder robar
Arthur Schopenhauer. El arte de Insultar.

Para entender este ensayo debemos vislumbrar ciertas contradicciones de nuestra manera de concebir las cosas en occidente, ellas ya han sido expuestas y formuladas por grandes hombres, por grandes hombres, reveladoras de un futuro posible y espeluznantemente cruento -nuestro presente y también nuestro pasado inmediato fueron vistos como una operable inquietud desastrosa, en ciertos casos, diversos pensamientos emanados de un presento convulso fueron previsores de Auschwitz, y de otras masacres-; muchos de esos hombres fueron llamados irracionalistas, desertores y detractores del “buen-camino” de la iglesia –recordemos como muestra al gran Giordano Bruno-; esos hombres aun ahora son traidores de toda “buena moral”.  Debemos entender en más de un sentido la posibilidad de la pregunta por la Ética. Esos hombres llamados desertores nunca tomaron como nombre el de irracionalistas; sin embargo prefirieron delatar en su momento histórico atacar a la miopía de la “gran razón”; como apellido pudieron haber tomado amorales. Convencidos de la falsedad de los valores imperantes prefirieron abdicar a los mismos y crear propios; grandes hombres, con grandes convicciones y no hombres pequeños con deflexiones insensibles buscaron ver más allá de su tiempo, de lo mediato. Ya muchos antes de ellos vieron el peligro de la razón por la razón misma, de pensar el progreso como una nueva religión. La lista de esos hombres, algunos de mis coetáneos ya la presuponen, la piensan trillada e inoperante. Por mi parte la pienso como la lista maldecida por la tradición, más no maldita. Mal-decida por el mal-pensamiento, dada la futilidad de la ideología vertida por nuestro cristianismo en mentes obtusas; nuestra forma de pensar está trabada en tantas simplezas, por esos hechos ahora no podemos hablar de un pensamiento teológico profundo y vidente del dolor connatural a lo existente, pero sí de su profusidad.

Con ello deseo que no se me confunda con otro en el sentido de mis argumentaciones, en ellas no hay asco, indignación u otro pathos en contra del cristianismo; a él lo tomo sólo como un compendio de la razón instrumental imperante en occidente; como parte del gran problema de ver al mundo sólo como una herramienta, como una cosa a nuestra disposición; en ello basamos nuestra supuesta superioridad sobre la naturaleza; es decir, creemos ser superiores a todo por nuestra supuesta racionalidad, en ella ponemos una vieja fe en poder superarnos y ser cada vez más racionales –más, supuestamente humanos, un deseo humano demasiado humano.

 Sin embargo debemos recordar la cerrazón de superar al cristianismo y sus formas de hacer política; la revolución francesa lo intento y al quitar a Dios del centro puso al hombre; y con todo el hombre no soporto ese peso de crearse y auto crearse, por eso se oculto, como lo hace con casi todo por miedo de asumir su falta de fundamento en un suelo firme; por ello puso algo en que confiar a toda costa: Estado, Razón, Ciencia. No mato a Dios, no mato al fundamento de su ser, sólo lo sustituyo y dejo todos sus errores como tributo a esos nuevos dioses –el sentir el azar como constituyente de lo humano crea en los hombres aprensión, ellos quieren sentirse seguros, parte de un gran plan, de un plan universal el cual los ha puesto en este momento y lugar específicos, buscamos razones para sentirnos necesarios en este mundo, por ello creamos adefesios conceptuales e institucionales. En nuestra memoria como humanidad, en nuestro código lingüístico bajo el nombre de genocidio, holocausto o masacre nazi, debemos recordar el gran error de tener una confianza a ultranza para con la razón. En el sentido único y exclusivo denominador de una falta: un saber calculador generador de nacionalismo, fanatismo, pensamiento técnifisante, racismo, idolatría, poder adquisitivo, xenofobia, pero en especial el ser insufrible ante el dolor ajeno…



2.- Razones por las cuales un cristiano no puede entender una tragedia.


No hay opuestos. Sólo a partir de los de la Lógica tenemos el concepto opuesto, y a partir de ellos los hemos transferido equivocadamente a las cosas. 

Friedrich Nietzsche. Selección de Fragmentos póstumos (1869-1889).



No existe un ser humano sin una comprensión o cierta comprensión de las cosas, del universo y de su naturaleza personal; ello no es razón suficiente para pensarla como la razón. No tenemos razones suficientes para mostrarnos como llegaron a creer algunos, certezas inmediatas o absolutas. Cualquier otro argumento o tratamiento para con ellas derivara en un equívoco, al tratar de definir este hecho inherente a todo ser humano como bueno o malo, con cualquier comprensión o precomprensión de la realidad sucede lo mismo. Debemos de restringir un poco más esta utilización o concepción del ideal como un hecho humano; ello es simple, entendemos o presuponemos que ningún humano bajo ninguna circunstancia puede entender de la misma forma o bajo el mismo suceso causal lo mismo; pensar en un único punto de vista, un único ideal posible, es un error por antonomasia; con ello damos una gran estocada a todo fundamentalismo o interpretación radical como un error –uno de los más absurdos posibles. Encontramos hermanadas todas las interpretaciones radicalmente opuestas con este planteamiento; ellas se tocan en lo principal, en la materia de la cual intentan alejarse o acercarse al máximo; es decir, en el pathos de la interpretación. No existe la verdad por antonomasia: toda verdad propuesta como absoluta, sin más, es una mentira repetida mil veces por un poder factico. No existe la verdad, tal pretensión es sólo una reclamación para ostentarla, para literalmente imponerla. Es por tanto más un pathos, que un razonamiento.



El hombre es finito y muchas de sus relaciones lo alejan de esa verdad: la muerte en el hombre es la expresión de una dolorosa naturaleza propia; de la realidad misma, para escapar de ella crea todo tipo de distracciones -las llaman Dioses, instituciones, ideologías, religiones, moda… tratamos de escapar creando un trasmundo, otra vida, para escapar. No deseamos ser nosotros mismos, no deseamos ejercer nuestra libertad para crearnos y recrearnos, ella después de un tiempo se vuelve una responsabilidad para nosotros mismos –es mejor relegar esa responsabilidad a otro, nos volvemos voluntariamente esclavos.



3. Estado moderno, posibilidad de un estado genocida –posibilidad de una maldad entendida no metafísicamente.


La maldad es rara.-La mayoría de los hombres están demasiado ocupados consigo mismos para ser malos.
Friedrich Nietzsche. Humano, demasiado humano.



Constantemente estamos pensando al mal como si fuese una entidad metafísica, cómo un atributo de algo exageradamente impropio del ser humano, y si pensamos en los crímenes nazis nos viene a la mente la mayor representación de la maldad por antonomasia, sin embargo ¿todos los participantes eran unos monstruos sin sentimientos – unos psicópatas? Esa es una respuesta bastante lógica en una limitada racionalidad occidental y cristiana, pensando el mal como una entidad metafísica. Esa es una buena pregunta planteada por muchos en nuestros días, yo  por mi pate antepongo una sin el rasgo metafísico –evitando la discusión tan trillada teología y sus pretensiones instrumentales- , tenemos por nuestra parte la necesidad de hacer patente,  sino de poner al descubierto la posibilidad de volver a repetir esos crímenes, y algunos peores pueden ser cometidos por la ceguera de creer en la simpleza de las pretensiones nazis –no todo es blanco o negro cómo se cree en estas cuestiones que involucran la configuración misma del estado moderno: ¿los imperativos categóricos de nuestras sociedades nos pueden orillar a crímenes semejantes? O una pregunta aun más simple nos puede dejar con un mal sabor de boca: ¿nuestras sociedades son ajenas a las estructuras que imperaron en ese momento, nos es ajeno de forma absoluta un régimen político con esa estructura? Mi respuesta inicial es no. Sin embargo un Estado totalitario se diferencia de entre otros por innegables circunstancias, pero no por ser ajeno a la configuración de un Estado moderno, lo es de hecho. Tenemos el deber de examinar y poner muy en claro hacia dónde queremos respaldar nuestra inicial intuición de semejanza entre los Estados, cómo ya lo hemos dicho tenemos como premisa:


“Existe un límite para la cantidad de gente que se puede matar por odio o por el gusto de la masacre [he aquí la diferencia al fanatismo o al sadismo], pero no hay límite para la cantidad que se puede matar de manera fría y sistemática en el nombre del imperativo categórico militar” (Gilbert, Phychology, 256). [3]

Entonces la pregunta tiende otra vez hacia el imperativo categórico, la gente, los individuos psicológicamente tiene un límite el cual se vio claramente quebrado, superado al ser instigado a matar a pesar de percibir la finalidad de esas muertes –y si queremos ir más allá- , hasta de pensarlas como buenas. Lo anterior es solo posible mediante la prefiguración de  fines últimos los cuales posibilitan en algunos casos el poder dejar de medir las consecuencias de nuestros actos, por mor de nuestra conciencia –le mentimos a nuestra conciencia para poder llevar a cabo el imperativo impuesto por nuestros Estados.  Sin embargo y, a pesar de todo el individuo tiene un límite claro, no pierde la medida de las cosas, inconveniente en este tipo de Estado se está obligado a contravenir ese límite. Es decir, nuestra premisa puede cambiar ahora por esta otra que mienta sobre el individuo: No entiende la muerte de esas personas, pero percibe la finalidad de las mismas. O lo podemos decir también con Levi: “Hay que plantear claramente, como un principio, que la falta mayor pesa sobre al sistema, sobre la estructura misma del estado totalitario” (Naufragés, 43). Si tenemos por una parte un límite dentro del individuo para matar sistemáticamente, entonces apuntamos al Estado y a las posibilidades técnicas del mismo, por ejemplo el uso del control poblacional, por tanto, debemos preguntaros por las características de un Estado de esa envergadura, para posteriormente caracterizar la forma de instigar al individuo es decir: ¿Cuales son algunas de las características de este Estado instigador?

Es pertinente y obligada, sino lo tenemos en cuenta lo registrado con anterioridad será un tanto frágil y difícil de sostener no como tesis central, pero como una consecuencia también podemos categorizarla mejor para entender mejor al Estado totalitario e instigador: el individuo puede asesinar sistemáticamente percibiendo un fin, ante al cual limita su pensar sólo prefigurando mejor el lugar de ese fin y la forma de cómo traerlo más rápido a la realidad, eso por una parte, también el individuo necesita alejarse de la responsabilidad, de ver las muerte tan cerca, de ver las consecuencias de sus actos, en los crímenes nazis ello se pudo  gracias a las técnicas usadas por el Estado para no ser afectado, por tanto teniendo en cuenta el fin de las muertes el individuo puede  proseguir con su tarea y no perder los “estribos”. Es más, el individuo quisiera apresurar las muertes para traer a la realidad ese fin prometido por el Estado, esa utopía (recordemos su etimología del griego ou, y topos es decir lugar que no existe) ahora no sólo tiene lugar sino también tiempo, aquí y ahora… lo que no tiene lugar es el pensamiento independiente, que contraviene a ese matiz de la realidad, ese sólo es un estorbo para el fin prefigurado por el Estado.




4. Categorización del Estado totalitario – todos los Estados tienen imperativos mas no todos son genocidas - ¿Porqué?  



Aunque todo el metálico de todas las minas que excavemos, ahora mismo, me lo presentas, aunque me arrojaras en medio todos los tesoros cualesquiera que sean los que ocultan, la avaricia de nuevo bajo la tierra pone lo que en mala hora había sacado: todo ese montón no lo reputaría digno de que frunza la frente de un hombre de bien.

 Séneca. De la Cólera.



Esa pregunta también la formulo Todorov Tzvetan, el intenta mostrar al igual que nosotros la inexistencia del mote de bárbaros y monstruosos para con todos los alemanes. Ni monstruos ni bestias si no gente normal, subyugada por un régimen totalitario, ese régimen puede ser logrado tanto por el uso de la fuerza como por la declinación de nuestro poder político, el ser representado por ejemplo en una democracia, de cualquier forma la gente es llevada al extremo. Ahora mostraremos tres caracterizaciones del Estado Totalitario:
 “La primera es el lugar reservado al enemigo. Todas las doctrinas extremistas se sirven del principio según el cual <> [...] Una segunda característica de los sistemas totalitarios esta igualmente ligada a la renuncia a la universalidad. Consiste en suponer que el estado se convierte en el detentador de los fines últimos de la sociedad […] Finalmente, una tercera característica es la que expresa, precisamente, el adjetivo <>: el estado aspira a controlar la totalidad de la vida social del individuo. “[4] Analicemos la primera caracterización del Estado totalitario, a causa de ello podemos caer en un error al pensar en algunas caracterizaciones de visión de distancia entre las diferentes formas culturales conllevan necesariamente a la masacre o a la indolencia. Se puede observar en la literatura europea –ella ha tratado el problema judío desde muchas perspectivas y en muchos acentos-, la xenofobia ha estado presente desde muchos años antes de la segunda guerra, por tanto no podemos imputarle ser la causa de este problema y si lo tratásemos exclusivamente desde ese punto, me pareciera estar todavía en una visión bastante simplista de una causa-efecto social, deberíamos escuchar la crítica de la misma por Schopenhauer en su tesis con la cual consiguió el grado de doctor –hablamos por su puesto de la cuádruple raíz de la razón suficiente

5. El lugar para el enemigo es el lugar de lo no-humano, “los otros” son los sin valor…  


Invita a comer al que te quiere y deja a quien te odia; /y sobre todo invita a aquel que a ti junto reside: /porque si además en el lugar algo nuevo te ocurre, /los vecinos llegan ceñidos, los parientes se ciñen. […] Mide bien lo que tomas del vecino y devuélvelo bien, /en la misma medida, y más conveniente si puedes, /para que aun después, si necesitas, lo encuentres seguro.
 Hesíodo. Los trabajos y los días.



Es común la distinción cultural, el problema es volverla un imperativo categórico, es decir transformar esa distinción y elevarla a un rango ontológico y genético para dividir en sólo dos posibles opciones a los seres humanos, en “los nuestros” y en “los otros”. Estos últimos, al no tener los mismos rasgos no pueden aspirar a las virtudes sólo alcanzadas por los que ponen la cadencia a lo bueno; “los otros” no son humanos sólo son un haz de vicios más cercanos al simio y al animal –algo que tiene que ser limpiado, algo asqueroso, algo infrahumano, algo sin la posibilidad de ser como “nosotros”. En un primer momento todas las ideologías de este tipo inician con proposiciones similares a la anterior, pero ellas progresan en un segundo paso para con los propios, para dividir nuevamente entre aquellos útiles y los obstáculos –ellos también deben morir eventualmente. Aquí ya tenemos una categorización bastante simplista de lo bueno y de lo malo, inicia un camino hacia los fines últimos y a la subordinación del fin por las personas más comunes posibles, ante esta visión lo bueno solo perteneciente a un grupo, a la virtud vista sólo con un tipo de ojos posibles, regresaremos a esto con mucho mayor detalle más adelante cuando hablemos del rapto de estos fines últimos. Con palabras de Tzvetan:

 “Las doctrinas totalitarias dividen siempre a la humanidad en dos partes de valor desigual (que no coinciden con las de <> y los <>: no se trata de un simple nacionalismo) los seres inferiores deben ser castigados, incluso eliminados”.[5]



6. Virtud, matiz, o un claroscuro maniqueo –visión de un ciclope miope.   



Este es el motivo por el cual la palabra <> o <> produce desconfianza; parece que se refiere a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor. Querer a alguien por compasión significa no quererlo en verdad […] El secreto podre de su etimología ilumina la palabra con otra luz y le da un significado más amplio: tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor.
Milan Kundera. La insoportable levedad del ser.




Ahí radica la diferencia, entre ver a otros con diferentes formas a las nuestras y asumirlas simplemente, de ver las discrepancias como estereotipos determinados por la circunstancia, a ver aquello con asco, es decir a juzgarlos como algo nocivo, en lo anterior existe un largo camino. Lo más preocupante – al menos para un servidor - es el pathos de lo bueno como propio y únicamente adecuado a nuestros rasgos ontológicos o genéticos, eso es algo no consecuente simplemente por tener cierta circunstancia, aun dentro de los nazis hubieron problemas de insubordinación y hasta dimisiones, no por ser alemanes puros garantizaba ser o tener determinadas virtudes, eso es una falacia más, vendida por aquellos que se creen superiores –o, y esto es también muy preocupante, que necesitan sentirse superiores para poder vivir. La probidad, la virtud, las dignidades humanas, ellas no pueden ser vistas de forma circunstanciales con un orden genético, pero sí lo son en el sentido de la valoración, de la forma en que se valora, de su génesis, de su matiz –ese matiz innegable en toda cultura, ese poner color al mundo, es consustancial a toda forma humana, en fin, a toda valoración. Al perder de vista ello, se piensa ese matiz como el único posible, como lo más adecuado para todo ser humano y peor aún, con el derecho por ser la única posible, con el derecho de imponerse a otros.

En resumen, al eliminar el status ontológico de otro ser humano o disminuirlo, se intenta consecuentemente declararse a sí mismo -quién comete esta negligencia- como superior y dueño de unas tablas inasumibles para otros, en ello se niega la universalidad, se niega la perspectiva, la posibilidad misma… “249 /Cada pueblo tiene su tartuferia propia, y la denomina sus virtudes. – Lo mejor que uno es, eso él no lo conoce, - no puede conocerlo.”[6]

Se niega un estado de apertura para con lo otro, sólo es posible existir cómo humano bajo ese tipo de condición, dado que decir perspectiva involucraría un cambio de perspectiva y ello sólo es en el orden de cognición – de pensar cómo ellos -, y ni siquiera es operable cambiar a ella cuando intervienen y se piensan en rasgos genéticos cómo determinantes –no se es humano por no ser de esa raza, aunque se piense igual que ellos. Niega formas de lo humano distintas de la propia, solo para ensalzar la correcta –la suya- cómo única digna de ser, de existir, la única con posibilidad de ser virtuosa.  


7. Rapto del ideal, rapto del fututo… consecuencia: rapto de toda forma de civilidad – de la racionalidad misma.


La filosofía no da, sólo puede despertar –puede recordar, confirmar y ayudar a guardar. Cada cual entiende de ella lo que en realidad ya sabía.
Karl Jaspers. La filosofía vista desde el punto de vista de la existencia.




La segunda caracterización es brutal, ella es la posibilidad y el inicio de una desviación de los individuos de ese Estado para posibilitar los fines y la continuidad del status quo de ese nuevo Estado –por ello la tercera caracterización la podemos ver como una consecuencia de este punto. El progreso como concepción sin más, puede dejar desolado a los individuos, el individuo siempre busca tener una consumación para su vida, un proyecto ulterior, a pesar de ello los Estados modernos parecieran detentar el progreso por el progreso mismo, por ello es relativamente simple poner frente a esa concepción un ideal el cual reestructure desde sus cimientos a la sociedad misma. Es exageradamente peligroso esto, es una transvaloración de todos los valores sostenidos hasta ese momento, existe un cambio en la dirección del Estado, políticamente esto puede significar en la población una transformación de los discursos aceptables en el imaginario social, cargar de nuevos significados al lenguaje, subordinar los propios fines… y he ahí la posibilidad de volver a un simple campesino, un padre de familia, un obrero, en una persona con el imperativo categórico de matar, de eliminar a lo extraño subyugando a du propia conciencia.

El Estado, para conseguir discípulos y detentadores de este nuevo absoluto confunde su ideal con los del individuo, les vende una nueva forma de ser superior a la llevada a hasta ese momento, por ello es posible encontrar gente tan convencida de lo que hacen esos Estados; ya que piensan en ese Estado como un protector de sus propios ideales y de su futuro –un futuro muy superior al llevado hasta ese momento, el presente es sólo un mal sueño del cual se puede despertar, muy paradójicamente, durmiendo en ese sueño del Estado totalitario, del Estado futuro y del gran salvador de unos cuantos, de unos cuantos elegidos.

“A menudo se pregunta cómo <>, <>, habían podido realizar tantas atrocidades: ¿qué había sido de su conciencia moral? La respuesta es que, gracias a este secuestro de los fines últimos, a esta restricción de los hombres a la sola reflexión instrumental, el poder totalitario podía lograr que cumplieran las tareas que les eran prescritas sin necesidad de tocar la estructura moral del individuo”[7]. Tenemos que explicitar aun más este punto, identificándolo en dos de sus posibles consecuencias más graves; por un lado, la derrota del pensamiento, la derrota de la reflexión por el pensamiento mediático, ella no es posible dentro de un Estado el cual prefigura ya los fines, más bien ellos mismos se simbolizan, muestran hacia dónde se debe dirigir el pensamiento, en esas condiciones –mientan estos Estados- no hay nada que pensar, solo mucho que hacer dado que la dirección ya está puesta, el ritmo ya está dando sus primeros golpeteos solo se debe obedece; por otra parte existe un falso enjuiciamiento, un falso debate en contra de los oprimidos por ese tipo de Estados, ello es en otras palabras: ¿cómo pudieron permitir esas calamidades? Examinaremos esta última pregunta de forma inmediata, el otro punto lo analizaremos con mayor detenimiento, nos ayudaremos con Martin Heidegger y su texto llamado Serenidad para desentrañar el peligro de un pensamiento mediático.

Existe dentro de esta nueva visión una imposibilidad prefigurada por el régimen totalitario, una barrera inexpugnable en contra del status quo, los argumentos y testimonios peligrosos para tratar de demoler la opresión o al Estado mismo, son simplemente erradicados, eliminados. Existe un obstáculo argumentativo o discursivo en todo Estado en contra de sí mismo, ello es natural, intenta preservarse, en otros Estados democráticos el discurso antidemocrático no es posible, o para ser más precisos, es imposibilitado. Por ello los sujetos en esa situación, no es que no puedan pensar diferente a la forma de cómo el Estado se está anunciando, de cómo se están poniendo los matices en ese fin último, también si esta transvaloración es muy buena y efectiva no puede engañarse así misma de tal modo o a tal grado de negar la misma realidad. El cristianismo cometió también ese error; al tratar de negar la pulsión sexual –ella bien puede negarse y tomarse como mala por sí misma-, mas no las necesidad de la misma, ella por contra es parte de lo humano, cometió el error de pensarla como algo pecaminoso, como algo no-humano, sin embargo ello no lo podemos cambiar, tenemos la necesidad de ejercer nuestra sexualidad.


8. Estados prefigurados para ser indolentes, una configuración no atípica.




Zeus y la tinaja de bienes/ Zeus encerró todos los bienes en una tinaja y la dejó al lado del hombre. Éste, llevado de la curiosidad, quiso saber qué había en ella y quitó la tapa; y todos volaron hacia los dioses. Con los hombres sólo quedó la esperanza, garante que se les darán los bienes que huyeron.
Esopo .Fábulas




El cambio de perspectiva puede y debe venir después de mostrar ese error, y ello puede expresarse de la siguiente forma: las necesidades humanas no pueden cambiarse, no se puede dejar de comer ni de respirar, el cambio sólo puede venir en tanto la expresión o satisfacción de las mismas. No podemos cambiar nuestra humanidad, pero si la forma de expresarla. Por otra parte, de la limitación del ayer surge la experiencia presente, es así como surge la posibilidad de ser póstumo, con el sentimiento de lo efímero de la existencia presente, sí pero, con el gran influjo de los antiguos de su consejo y su recogimiento sólo es posible crear una reflexión aun mayor, pero sólo en el sentido de saberse producto de ella y posibilidad de otra futura. Es posible no poder encontrar “la verdad”, ella ya no es una prioridad filosófica más, sin embargo si existe “la actitud de la verdad” de tratar de ser verídico y abrir nuestro entendimiento a la posibilidad de otras argumentaciones y formas de ser. Ello debe quedar claro a nosotros hombres posteriores a la segunda guerra mundial, por el peligro de intentar ver en nosotros los únicos y verdaderos posibilitados de una nueva y mejor raza, de una nueva y mejor racionalidad, pero no lleguemos más lejos, quedémonos en un ejemplo aún más simple y por ello fácil de entender: ¿Quién leyendo la Apología a Sócrates le puede rebatir a ese gran hombre que él ha podido salir de la ignorancia? Es decir, qué sabe algo mayor a Sócrates, ese magnífico hombre qué se sabe así mismo ignorante –y ello, saberse ignorante, es ya un gran avance por mor de nuestras ciencias y pretensiones mediáticas de controlar las cosas sin entenderlas.


La gente común en estos Estados sigue teniendo muy claros sus valores, pero por miedo o indolencia empieza a ser sumisa ante la masacre, no pueden ser exonerados de toda culpa siquiera previendo la multiplicidad de causas las cuales intervienen en ese sometimiento, no los exculpa de ninguna manera, es más, si llegamos explicar y exponer todas las formas y artilugios utilizados por el Estado totalitario no podría eliminar a ultranza el grado de culpa en estos individuos, pero los de Estados  prefigurados para ser indolentes, no ante una masacre interna o externa, si no configurados en sí mismos para dirigirse así ante el mundo no es menor, es algo común,  y ello es aun más preocupante, son operativos en nuestros tiempos este tipo de rasgos, en voz de su soberanía cometen atrocidades sin tener que declarar ninguna ley como las de Núremberg.  No hace falta decretar leyes como tales para ser indolente al sufrimiento de naciones enteras, sólo falta una configuración tal que le permita desligarse del dolor ajeno, de pensar solamente en nuestro país como nuestro. De pensar que: “La naturaleza se convierte así en una única estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica y la industria modernas”[8].

Se adueñan de la idea de que simplemente ahí justo dónde se tratan y definen los intereses de la nación, allí se detiene la moral – ¿eso es absolutamente diferente a lo acaecido en la segunda guerra o también fue un componente para que los otros países no hicieran nada, para que sucediera el genocidio? La contrariedad es pensar en estos valores cómo una mala pesadilla la cual no ocurre en este instante mismo, pensar en la configuración de los Estados actuales como radicalmente disímiles a los regímenes totalitarios; los Estados en este momento no aceptan todos los discursos posibles, sólo cuidan los que ellos llaman sus ciudadanos, sólo se intensan por sus recursos y la forma de obtener más, sólo hacen visible su discurso como bueno, los demás Estados le son indiferentes a menos que se tenga alguna dependencia comercial con ellos… ¿estamos alejados de ese Estado totalitario? O ¿nuestros Estados todavía pueden tener la condición de posibilidad de caer en masacres como las antes vistas? Claro es una posibilidad latente, acallada o, cómo se dijo anteriormente: es una imposibilidad argumentativa o discursiva –ese discurso es imposibilitado por estado de cosas actual y muy propio de nuestros tiempos.
A esto podemos agregar varios pasajes de Tzvetan y su libro Frente al límite para mostrar un poco las formas en cómo se dirigen los estados ante lo otro, gracias a esos fines últimos y la falsa argumentación en contra de los sometidos: “La presencia de un enemigo absoluto en el sistema de valores reinantes, de una encarnación del mal, convierte todas las acciones hostiles hacia ese posible enemigo en acciones loables […] se elogia al soldado por su determinación frente al enemigo [o ante un peligro para el Estado, o para su soberanía], dicho de otro modo, por su capacidad de matar; […] y a la pregunta de por qué los judíos no se habían rebelado antes, se puede solamente responder: porque semejante revuelta era imposible en un régimen totalitario. [Si ello no es suficiente, entonces tendríamos que preguntar de nuevo, pero esta vez en el caso Ruso] ¿Por qué cinco millones de campesinos de Ucrania se dejaron morir pasivamente, durante la hambruna que les infringió Stalin a comienzos de los treinta?”[9] ¡Claro que se dejaron matar! No tenían otra opción, la opción a la resistencia tenía el mismo resultado. Las víctimas de la división de la humanidad, los valorados como infrahumanos, sólo podían morir a manos de los nazis aun poniendo resistencia gracias a que ningún Estado hizo nada por ayudar a los judíos alemanes. Y todo aquel alemán que intentara ayudar tenía que correr con la misma suerte, esas eran las metas ya supuestas, ya acaecidas en ese momento, ya no había marcha atrás.
No nos quedemos sólo en este punto, avancemos para responder a la pregunta ya a medias manifestada acerca del peso de un Estado totalitario en la posibilidad de un hombre común y corriente para transformarse en una parte de ese engranaje genocida. En este capítulo y en el anterior se prefiguro mucho acerca de los fines últimos y del peso del Estado, de la imposibilidad del individuo a escapar a  fines últimos –no nos ceguemos-, todos los Estados tienen un matiz para con el mundo, y celebran lo loable de enfrentarse a sus némesis, se encubren con los individuos para ocultar sus verdaderos fines… pero ahora toca realizar una exegesis desde el punto de vista de la forma de cómo los individuos transforman su vida, su existir y su razón, por estos fines, para este capítulo adelanto mi tesis: se necesita una máxima con la cual ordenar toda nuestra vida, para no poner en juicio todas nuestras acciones en todo tiempo –para no pensar tanto, para tener un vía rápida… para vivir lo más comodinamente, sin cargos de conciencia y pensando lo menos posible en las consecuencias.




9. Transformación de la vida civil a una vida servil –ante los ideales…




¡Tened en esto mucha cautela, vosotros hombres superiores! Pues nada me parece hoy más precioso y raro que la honestidad. /Este hoy, ¿no es de la plebe? Mas la plebe no sabe lo que es grande, lo que es pequeño, lo que es recto y honesto: ella inocentemente torcida, ella miente siempre. 

Friedrich Nietzsche. Así hablo Zaratustra. Del hombre superior


.
No deseo prolongar mucho más este ensayo, deseo acortarlo en este punto, no sin antes retomar la última categorización de Todorov, es decir la forma de cómo el Estado al prefigurar este fin último transforma la vida civil de sus miembros para conseguir tal fin, todo su entorno se rige ahora por tal cometido, pero para ser consecuente con el ensayo mismo debemos recordar la ineludible valoración de cualquier grupo humano para con la realidad misma, esa valoración es simplemente connatural al ser humano y por tanto todo Estado sigue configurando las formas civiles de sus miembros –existe un contrato social en todo estado. Antes, podíamos apelar a Dios y a la experiencia mística; ahora es la ciencia y el consumismo; para los nazis era la Raza y la eutanasia ¿Cuál es la mejor? Si todas ellas nos alejan de nosotros, de nuestra forma de pensar y valorar por nosotros. O ¿no se encuentra el problema ahí? Todas ellas iniciaron como el camino y el pensamiento de un hombre, de una visión, de una forma de ser posibilitada por un determinado tiempo y espacio, fueron únicos antes de ser vulgarizados, el inconveniente es aceptarlos sin una exegesis personal y aceptarla como tal, sin embargo cuando es tomada como una verdad sin más empieza en el individuo la negación –he ahí otra vez la negación para con lo otro. Es más fácil subyugar el pensamiento ante una máxima o un imperativo categórico y de ahí prefigurar toda nuestra vida a pensar en crear un propio. Ello parece muy pretencioso y muy complejo, sin embargo es lo que hacemos continuamente, ya que nunca entendemos de la misma forma que otro, ello es una imposibilidad y sólo podemos callar a nuestra conciencia porque tenemos una, podemos dejar de pensar dado nuestros pensamiento propios… al igual que no podemos ser rebaño sin antes haber ejercido nuestra razón para conceder que otro nos mande. Solo gracias a que ya hemos valorado podemos dejar de hacerlo, y empezar a ser negligentes. Al poner este fin último y crear una tergiversación con los fines de los individuos, es posible dejar en ellos un pensar mediático y casi irreflexivo; veámoslo con nuestra visión tecnológica y cientificista de las cosas y delatada por Heidegger:

“En el verano de este año de 1955 volvió a tener lugar de nuevo en Lindau el encuentro internacional de los premios Noble. En esta ocasión, el químico norteamericano Stanley dijo lo siguiente: <>. Se toma nota de semejante declaración. Se admira incluso la audacia de la investigación científica y no se piensa nada al respecto. Nadie se para a pensar en el hecho de que aquí se está preparando, con los medios de la técnica, una agresión contra la vida y la esencia del ser humano, una agresión comparada con la cual bien poco significa la explosión de la bomba de hidrógeno. Porque precisamente cuando las bombas de hidrogeno no exploten y la vida humana sobre la Tierra esté salvaguardada será cuando, junto con la era atómica, se suscitara una inquietante transformación del mundo.” [10]

Con lo anterior Heidegger pone el dedo en la llaga, no de un régimen o Estado en particular, sino en la racionalidad del hombre mismo, busca el hombre siempre la vía más rápida –nos dice Heidegger, casi al principio de este texto llamado Serenidad– , en Estados ello es radical; el punto final, la solución final para con nuestra existencia no sólo ya esta prefigurada y puesta en marcha, evidentemente no existen medias tintas, es así o no es posible la existencia misma. Por tanto toda forma de racionalidad debe subyugarse ante esa visión y tratar de volverla una realidad de toda forma posible, a cualquier costo –no existe costo o valoración superior ante él, y lo podemos llamar como quiéranos <>, << Dios>>, <> y lo peor y que nos debería dar profunda pena <>. Cuántas muertes por ideas si bien no absurdas, o disparatadas tendremos en la cuanta humana, en nuestra conciencia como humanidad; el problema no es la indisposición de nuestras ideas o su génesis incrustada en algún tipo de dogmatismo, es por otro lado subyugar a nuestra razón a no ejercerse más, aun dentro de ciertos dogmatismos son posibles varios tipos de exegesis, dado que se saben una de ellas, no la posibilidad misma. Es decir, cuando se prefigura este fin último ya nada debe alejarse de él, todo tiene que estar por debajo, todo debe servir ante él, ante la posibilidad misma de ese fin último, ¡claro eso sucede aun en nuestras sociedades y en todo grupo humano!, todo grupo prefigura lo que cree bueno e intenta obtenerlo: ello es obvio, sería absurdo creer lo contrario o, pensar en ideales absolutamente neutros –sin ningún tipo de carga humana, sea conceptual o axiológica– o abnegados, con la muerte de Dios ello es un impertinencia pensar siquiera en ello, y ni siquiera pensemos en este punto de forma Hermenéutica, la tradición pesa, y pesa mucho…
 La distinción entre cualquier otro Estado y los Estados totalitarios viene en el sentido de una reorganización de todos los ciudadanos con el único objetivo de ir más rápidamente, de volvernos cada vez más mediáticos y dejar de ver los costos –nada es más costoso que no llegar ante él, todo es una perdida en general si no se consigue. Por ello también es posible transformar en asesinos a la gente normal. Hemos cambiado de nombre a Dios ahora lo llamamos Moral[11], hemos substituido una por la otra, pero hemos dejado los mismos fracasos, seguimos adorando al mismo Dios pero con otro nombre, ahora somos más enajenados ante él, tanto que nos cuesta demasiado trabajo matar a uno de sus últimos santos llamado <> ¿La vida es buena por antonomasia a pesar de la dinastasia (de vivir con un profundo dolor y no poder cesarlo)? ¿Si hemos matado a Dios también hemos matado a sus santos? No necesariamente, Dios nos estorbaba económicamente y sólo por ello lo hemos hecho a un lado donde no estorbe a nuestra soberanía. Antes eran iglesias ahora son centros comerciales y con los nazis los campos de concentración.
Conclusiones: Si Walter Benjamín opone ante este problema de la estatización de la política, la politización de la estética,  y nos referimos más  específicamente a  los crímenes nazis, ante ello tendremos que encontrar una contraposición igual de tajante, contraponer algo de forma radical ante ese suceso para tratar de evitarlo, por ello examinemos a nuestro némesis:  la gente es subyugada por este tipo de regímenes, si pero no podemos exculparlos de forma absoluta; por otra parte vimos en estos fines últimos la posibilidad de transformar a la gente en  máquinas de matar ayudadas por supuesto dado un ocultamiento ofrecido por la tecnología y el pensamiento mediático. Por tanto, el acento siempre estuvo en que las ideologías y movimientos fascistas existieron en otras partes, con otros resultados. Entonces a qué lugar apuntamos ahora, si no es el individuo –él también es una víctima-, si no es el estado el absoluto culpable -la configuración de los regímenes totalitarios son posibles porque la circunstancia así lo permite- ¿entonces quien es culpable? Son los dos, pero en específico el pensar mediático, el pensar calculador surgido de nuestra tartuferia, proclama cosas que no tenemos. Nos llamamos racionales, pero ¿en verdad lo somos? O ¿así queremos ser? Perfilamos esos valores para subyugarnos ante ellos. Primero fue Dios y sus cruzadas, ayer fue la Raza Aria y sus campos de concentración, mañana será el poder adquisitivo –hoy a ganado una batalla enorme: pensamos en él como un símil del afectivo (poder adquisitivo= poder afectivo). Ante ese aquí y ahora que proclama el pensar mediático hemos de proclamar nuestro aquí y ahora también. Si uno es: proclamar un ideal y subyugar el pensamiento el nuestro deberá de ser: subyugar el ideal y comenzar la tarea del pensar… No proclamando de nueva cuenta un racionalismo barato e imperativos categóricos irrestrictos, sino sabiendo este nuevo camino del pensar como uno de tantos, engrandecimiento la escucha de los límites de nuestros antiguos –como ya he dicho- de ahí puede y debe surgir una reflexión exageradamente rica, no tratando aplicarla torpemente a nuestro presente, sino como una apropiación de nuestro aquí y ahora… De un estado apertura a otros mundos sociales posibles sabiendo el nuestro sólo como una posibilidad.[12] Con ese estado de apertura se puede conceder a lo otro Voluntad, en eso Schopenhauer apunto claramente con su egoísmo teórico, porque no por no sentir y sufrir como lo otro significa que no sufre lo otro, con ello ganaríamos una ética fuera de todo antropocentrismo egoísta, en eso se cae cuando nos abatimos en un pensamiento calculador aun estando fuera de un ghetto o en una sociedad comunista. Cuando dejemos de ver en nuestros griegos sabiduría habremos fracasado como humanistas, y en verdad ya cargamos algunos de ellos –la cientifización de nuestro pensar mediático.

Bibliografía:
Friedrich, Nietzsche. Más allá del bien y del mal. Alianza Editorial. Madrid. 2005
Todorov, Tzvetan. Frente al límite, Siglo XXI, México, 1993
Max, Stirner. El único y su propiedad. Juan Pablos Ediciones. México 1976.
Martin Heidegger. Serenidad. La estrella polar. Ediciones del Serbal. Barcelona.


[1] Intento omitir en la medida de lo posible utilizar la palabra genocidio para no desgastar o utilizar de manera irresponsable su significado. Recordemos la carga conceptual de este término en los juicios de Núremberg, yo aquí la presupongo, pero podemos ver una formulación bastante clara en Cesar Vidal, El Holocausto. Sin embargo quiero cargar su significado con el de un error producido por algunos “demonios de la razón”.
[2] Filosofía o saber meramente Ario.
[3] Esta anotación y la siguiente [la de Levi] son tomadas respectivamente del texto de Todorov por tanto véase: Todorov, Tzvetan. Frente al límite, Siglo XXI, México, 1993. pp. 133 y 134 [respectivamente].
[4] Todorov, Tzvetan. Frente al límite, Siglo XXI, México, 1993. pp. 134-137.
[5] Ibídem. p. 134
[6] Friedrich, Nietzsche. Más allá del bien y del mal. Alianza Editorial. Madrid. 2005. p.217.
[7] Todorov, Tzvetan. Frente al límite, Siglo XXI, México, 1993. p.137
[8] Martin Heidegger. Serenidad. La estrella polar. Ediciones del Serbal. Barcelona. p23
[9] Todorov, Tzvetan. Frente al límite, Siglo XXI, México, 1993. p.138
[10] Martin Heidegger. Serenidad. La estrella polar. Ediciones del Serbal. Barcelona. p.26
[11] Véase todo el capítulo titulado La Marota de Max, Stirner. El único y su propiedad. Juan Pablos Ediciones. México 1976. [en específico] p.83
[12]“Pecamos contra nuestra misión cuando nos perdemos en el pasado o en el futuro. Sólo a través de la realidad actual es accesible lo intemporal, sólo adueñándonos del tiempo llegamos allá donde se ha extinguido todo tiempo”. Karl Jaspers. La filosofía vista desde el punto de vista de la existencia.FCE. México 2003 p.144

No hay comentarios:

Publicar un comentario